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¿Con qué me presentaré delante de Jehová, ...?

Los domingos muchos de nosotros nos presentamos en nuestras congregaciones con nuestras mejores vestimentas y nuestros mejores deseos para adorar a Dios. Dispuestos a participar en todos los servicios de la iglesia. Nuestra forma de conducirnos y hablar es la que se espera de un cristiano fiel.

   Pero, ¿actuamos de la misma manera los restantes días de la semana?

 

  El divorcio, entre  lo que creemos y  hacemos, nuestra teoría y nuestra práctica, parece que es algo que frecuentemente se encuentra en la religión y que nadie sabe realmente explicar porque es tan habitual. A esta actitud le llamamos hipocresía.

   Este mal desde los principios de la iglesia del Señor ha existido y existe en nuestros días dentro de la misma iglesia.  El impacto que produce alrededor de nuestro  mundo es nefasto y anula la influencia que podemos ejercer positivamente sobre las personas que nos rodean.

   Podemos participar el domingo de  todos los servicios de la iglesia y los restantes días vivir apartados de Dios.

 

   En el libro de Santiago 1:19-27, encontramos algunos versículos que nos animan a que nuestra fe cause un impacto positivo a nuestro alrededor, beneficiándonos nosotros  en primer lugar y por ende  las personas a nuestro lado, ya sean compañeros de trabajo, familiares o hermanos en la fe.

¿Qué debemos hacerse para lograr tan grande beneficio?

 

 En primer lugar (Stgo. 1:19-20) debemos actuar controladamente, sin estallar en ira o hablar descontroladamente cuando las situaciones no nos agraden. Tal vez no sea fácil, más cuando somos objetos de burla, vilipendios o se nos acusa injustamente. Sin embargo, no es correcto, hacerlo como forma habitual de actuar, debemos recordar, que somos imitadores de Cristo, embajadores del cielo (2 Corintios 5:17-20).

  

   En segundo lugar  (Stgo. 1:21) debemos permitir que Dios dirija nuestras vidas por medio de la palabra. Así como preparamos un terreno para plantar una semilla (Lucas 8:4-15), así nuestro corazón debe estar libre de toda malicia e inmundicia (Filipenses 4:8)  para que el evangelio pueda formar nuestro carácter y nuestra dedicación a Dios. La pureza y la mansedumbre son dos cosas que debemos valorar y atesorar para que la palabra de Dios pueda hacer su trabajo en nosotros.

 

  En tercer lugar, (Stgo. 1:22-27) todo lo anterior puede sonar muy lindo pero sino se traduce en acciones concretas, de poco sirven las expresiones de deseos. Debemos tener un cambio de conducta si no nos estamos comportando como el Señor espera de nosotros. Dios está dispuesto a ayudarnos y es paciente, Él está golpeando a la puerta de nuestro corazón (Ap. 3:20) pero somos nosotros los que debemos abrir la puerta.

 

  Recuerde que el gran pecado de Israel, fue descuidar su religión, transformándola en rituales y ceremonias, enfocándose solo en lo externo. Dios detesta la hipocresía y el profeta Miqueas lo expresa claramente,

   Miqueas 6:6-8 ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

   A.S.

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