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La Oración

Jesús dijo:

Mateo 21:22  Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Los cristianos conociendo esta hermosa promesa de Jesús   ¿por qué será que no le dedicamos más tiempo a la oración? Queremos que muchas cosas en nuestras vidas cambien, que nuestra vida personal sea plena, que mejore nuestra relación laboral, que nuestra relación con hermanos, amigos y parientes sea óptima, que nuestra congregación crezca. Ponemos en práctica todas nuestras habilidades y hacemos lo mejor que podemos para cambiar la situación, pero los resultados no son los esperados, fracasamos. Nos estamos olvidando de algo fundamental, orar.

Debemos orar constante e intensamente para que Dios nos ayude a encontrar soluciones y allanar el camino. Si quiero que mi vida, mi familia, mi salud, mi trabajo o mi congregación cambien, debo orar. Solo Dios puede cambiar una vida, solo Dios puede edificar su Iglesia.

Veamos un hermoso ejemplo del poder de la oración con Ezequías, rey de Judá, (2 Reyes 18:5-7). Ezequías fue un rey que siguió fielmente al Señor, más que ningún otro, teniendo en cuenta que Salomón fue superior en intelecto e David un militar avezado, nadie guardo los mandamientos de Dios como lo hizo él.

Ezequías comenzó a reinar Judá, a la edad de 25 años y reinó durante 29 años. Encontró a la nación en una ruina. Se dispuso a ponerla en orden y restaurar los servicios de adoración en el Templo.

En ese tiempo dominaban la mayor parte del Medio Oriente, los asirios, por medio del rey Senaquerib. Llegó el día en que éstos quisieron tomar Jerusalén (2 Crónicas 32:2). Ezequías se preparó para luchar y animó a su pueblo (2 Crónicas 32:7-8). Cuando apareció frente a los muros de Jerusalén el poderoso ejército asirio, Ezequías mandó llamar al profeta Isaías y oró  2 Reyes 19:15, 16,19.-

Inmediatamente Dios por medio de Isaías respondió: Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo (2 Reyes 19:32-34)

Aquella misma noche entre los soldados del ejército asirio hubieron 185.000 muertos (2 Reyes 19:35). Los eruditos tratan de explicar que sucedió aquella noche. Lo único que sabemos es lo que dicen las Escrituras y el rey Senaquerib se volvió a Nínive (2 Reyes 19:36), sin cumplir con su objetivo, luego de venir tan lejos. Qué gran poder el de la oración. Cuantas cosas hermosas y fabulosas pueden suceder en nuestras vidas si confiamos nuestras preocupaciones a Dios.

Veamos otro suceso fabuloso en la vida del rey Ezequías. Cuando tenía 39 años cayó gravemente enfermo y el profeta Isaías vino a decirle que prontamente moriría: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás (2 Reyes 20:1). El rey, alguien que siempre había hecho lo que agradaba el Señor, oró, suplicando su ayuda. Inmediatamente su oración fue respondida. Isaías volvió con palabras del Señor: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años… (2 Reyes 20:5-6).

Que poderoso testimonio de la vida de un hombre que andaba en los caminos del Señor y éste nunca lo abandonó, cuando  tuvo que enfrentar  grandes e insalvables dificultades, saliendo siempre airoso. Sí queremos que Dios bendiga nuestras vidas sigamos el ejemplo de Ezequías.

Teniendo tan grande ejemplo en las Escrituras acerca del poder de la oración ¿por qué será que no le dedicamos más tiempo a la oración? Los cristianos debemos orar con fe (Santiago 1:6). Debemos orar en el nombre de Jesucristo (Juan 14:11-14). Dios ha prometido oír y contestar de acuerdo a su divina voluntad (1 Juan 3:22)

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